La calidad del aire que respiramos está directamente influida por la polución. En los últimos años, los expertos han lanzado la voz de alerta sobre los daños que está sufriendo nuestro planeta a causa de la creciente contaminación. Se trata de un hecho que, además, tiene una incidencia directa sobre nuestro organismo.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se estima que alrededor de 2 millones de personas podrían morir cada año por alguna causa atribuible a la contaminación atmosférica. La mayor parte se producirían en los países en desarrollo donde las altas concentraciones de partículas se asocian con 300.000 defunciones prematuras anuales en Europa y 21.000 a la contaminación por ozono.
En la actualidad tenemos la opción de elegir nuestros hábitos de vida pensando en nuestra salud. Sin embargo, la elección de la calidad del aire que respiramos no está en nuestra mano. Por eso, es necesario conocer cuáles son los principales peligros que podemos encontrar en nuestro entorno y que pueden alterar el correcto funcionamiento de nuestro organismo.
Efectos de la contaminación del aire sobre la salud
Ante la situación que evidencian estas cifras, la toma de medidas contra los agentes contaminantes resulta imprescindible, puesto que sus consecuencias en la salud pueden llegar incluso, como vemos, a la muerte.
Los principales efectos de la contaminación atmosférica en la salud van desde alteraciones pulmonares y problemas cardíacos hasta el aumento del número de muertes, de ingresos hospitalarios y visitas a urgencias. Además, es interesante destacar que, a medida que los efectos son menos graves, el porcentaje de población afectada es mayor.
Existen grupos más vulnerables a estos efectos, entre los que se encuentran los niños, a quienes puede afectar la función pulmonar, agravar el asma y causar síntomas como tos y bronquitis. Otros grupos sensibles son las personas que sufren patologías respiratorias, cardiovasculares o diabetes, así como las de edad avanzada con enfermedades crónicas. Estas personas deben tener especial cuidado, protegiéndose de la polución.
Causas de la contaminación atmosférica
Los prestigiosos especialistas y expertos en la materia señalan que el medio ambiente está sometido a una creciente contaminación química, que afecta directamente a nuestra salud. Partículas como las PM10 (gruesas o de menos de 10 micras), que suelen tener un importante componente natural, y las PM2,5 (partículas finas), que son más tóxicas, son algunos de los principales contaminantes, como también el dióxido de azufre (SO2) y la mayoría de las combustiones que producen óxidos de nitrógeno (NO y NO2). Otros gases como el monóxido de carbono (CO) y los compuestos orgánicos volátiles (COV), como el benceno, contribuyen, asimismo, a la contaminación atmosférica. Entre los contaminantes secundarios, destaca el ozono troposférico (O3), que puede encontrarse en concentraciones elevadas incluso en zonas alejadas de las fuentes de emisión. La toxicidad de dichos gases y partículas puede provocar efectos adversos en el organismo si se produce una exposición en altas concentraciones.
Es muy importante destacar que el deterioro de la calidad del aire en las ciudades está relacionado, fundamentalmente, con el tráfico rodado, con una contribución superior al 75% de las emisiones de los contaminantes que más preocupan, como partículas, óxidos de nitrógeno y otros precursores del ozono troposférico. La reducción de dichos contaminantes resulta imprescindible debido al amplio porcentaje de población expuesta y a sus serios riesgos para la salud, así como por sus importantes costes sociales, ambientales y económicos.
El tráfico rodado y las actividades de construcción y demolición: principales contaminantes
La principal causa de contaminación atmosférica en ambientes urbanos es el tráfico (en las ciudades españolas, supone entre un 40 y un 60%). El 50% de las emisiones de NOx en zonas urbanas se produce por la combustión de vehículos, influyendo en los niveles de ozono. También se emiten diferentes metales por la combustión de hidrocarburos y por desgaste de frenos y ruedas. Geográficamente, la topografía urbana y el clima del sur de Europa hacen que la emisión del tráfico produzca mayor impacto en los niveles en el aire respecto al centro y norte de Europa.
Por otro lado, las actividades de construcción y demolición constituyen otra fuente importante y muy poco conocida de contaminación del aire en zonas urbanas, siendo los principales contaminantes las PM10 y los NOx, ligados al tráfico de vehículos pesados y maquinarias diversas.
Estrategias para la mejora de la calidad del aire en zonas urbanas
Ante la gravedad de las consecuencias que producen en la salud los contaminantes atmosféricos, se hace necesaria una rigurosa toma de medidas reguladoras tanto del tráfico rodado como de las actividades de construcción y demolición. Para su cumplimiento, se requiere la aplicación de estrategias que permitan reducir considerablemente este tipo de emisiones. Se trata tanto de medidas tecnológicas como no tecnológicas: las primeras incluyen las restricciones de tráfico, delimitación de amplias zonas peatonales, mejora del transporte público, impulso a los vehículos ecológicos y carriles bus y de alta ocupación, así como restricciones de la velocidad y renovación del parque de vehículos. En cuanto a las principales medidas tecnológicas, se encuentran el cumplimiento de las normas de emisiones Euro, el uso de motores de gas natural y gases licuados de petróleo, híbridos, eléctricos y de hidrógeno, la mejora del combustible y el tratamiento de gases y filtros de partículas, entre otras.
Asimismo, diversas prácticas en la construcción y demolición permiten reducir, en gran medida, esta fuente de contaminación atmosférica urbana. En lo referente a la construcción, algunas de ellas son las siguientes: comenzar la obra contra el viento dominante, cubrir las zonas finalizadas con vegetación, evitar la quema de materiales, oponer barreras resistentes al viento y controlar la formación de barro. En el caso de la demolición, se trataría, por ejemplo, de reducir la altura y desplome de los materiales, usar aspersores de agua para reducir el polvo y cubrir correctamente las cajas de los camiones.
Rotundo éxito de los programas de reducción de agentes contaminantes
¿Un aire más limpio es sinónimo de salud? Indiscutiblemente, sí. Reducir la exposición de la población a sustancias nocivas presentes en la atmósfera supone un aumento en términos de salud. Mediante diversos estudios de intervención realizados debido a medidas legislativas, tecnológicas o sociales de muy distinta índole (olimpiadas, huelgas en industrias, prohibiciones legislativas, planes de mejora, etc.) se pudo comprobar que la reducción de contaminantes tuvo impactos muy positivos en la salud pública de la zona.
A corto plazo, el descenso de la concentración de contaminantes en la atmósfera supone un descenso de la morbilidad y mejoras en la salud de la población asmática. A largo plazo, se reduce la tasa de mortalidad por todas las causas, y en particular las respiratorias y cardiovasculares, y aumenta la esperanza de vida.
La Estrategia temática de Reducción de la Contaminación Atmosférica en Europa, un reto de aquí al 2020, define los objetivos en reducción de la contaminación atmosférica y las medidas para alcanzarlos, con el objeto de reducir de 370.000 muertes prematuras en el año 2000 a 230.000 en el año 2020. Por tanto, es tiempo de actuar: la responsabilidad es de todos y es nuestra salud la que está en juego.