Los datos son igual de reveladores si atendemos a las cifras registradas en años recientes cuando el humedal gozó de una situación hídrica y biológica aceptable. En 2004, la última temporada en la que el trasvase encharcó buena parte de Las Tablas, el volumen anual de visitas ascendió a 128.630. En 1997, año de copiosas lluvias y plena inundación, las recepciones superaron las 285.000; transcurridos apenas tres meses y medio de 2010 ya se ha alcanzado la mitad de aquella cota. Desde el parque nacional se estima que a 31 de diciembre podría rozarse las 400.000 visitas. Por delante queda el siempre concurrido mes de mayo y la estación otoñal cuando acontece una de las estampas más genuinas de Las Tablas, la llegada de las grullas.
El humedal sigue absolutamente anegado de agua con el Cigüela desembalsando en su llegada al parque muriendo en el Guadiana. En 1997 el Cigüela estuvo aportando agua hasta mediados de junio. Según se encuentran las Lagunas de Ruidera y el embalse de Peñarroya es casi seguro que este escenario se repita en 2010. A corto plazo, emergen otros factores como las previsiones meteorológicas para esta semana que anuncian más precipitaciones tras casi un mes anticiclónico. Actualmente hay 1.800 hectáreas inundadas y todo apunta que el verano se superará con al menos 900 sirviendo en bandeja otra campaña de bonanza hídrica. El objetivo ahora, como apuntaba Seo Bird Life este pasado fin de semana es que se recupere paulatinamente la avifauna. Para ello es imprescindible que las especies piscícolas repueblen el humedal. Ya puede advertirse estimables bancos de alevines que en el futuro servirán de alimento para las aves.
Acuífero 23
Entretanto el acuífero 23 sigue absorbiendo agua. Los niveles freáticos respondieron rápidamente a la descarga del que ha sido el invierno más lluvioso en 60 años. Sin embargo, empapado el terreno, es ahora cuando las filtraciones están haciendo subir el nivel freático con más celeridad. El Ayuntamiento de Daimiel ofrece datos de su pozo de captación ubicado en los Ojos del Guadiana. El 31 de diciembre el agua reposaba a 32,30 metros de profundidad; un mes después a 30,40; febrero se cerró a 28,70; pero el incremento más espectacular se vivía en marzo, sobre todo en la segunda quincena con 2,4 metros de ganancia para situarse la cota en los 26 metros. Hay que remontarse 8 años atrás (mayo de 2002) para ver una situación similar. Todo apunta a que los 21 metros de profundidad de febrero de 1988 quedarán atrás en los meses venideros. Aquel fue el punto de inflexión, siendo el punto más crítico en 22 años en agosto de 1995 cuando había que sondear hasta los 44 metros para encontrar el agua en los Ojos del Guadiana. La experiencia señala que las lluvias del invierno seguirán aportando réditos al subsuelo otros 15 meses, tiempo necesario también para que las corrientes del acuífero hagan su trabajo y equilibren el nivel. Será entonces cuando se podrá analizar de modo más certero las consecuencias de los más de 500 litros recogidos en lo que llevamos de año hidrológico.